19 de enero de 2012

¿POR QUÉ CONSERVAR EL ÁREA DE EDUCACIÓN RELIGIOSA COMO PARTE DE LA EDUCACIÓN BÁSICA PERUANA? (parte 2)


En segundo lugar, y en consecuencia de lo precedente, el área de educación religiosa cumple un papel fundamental en el desarrollo integral del educando. La Ley General de Educación peruana define uno de los fines de la educación de la siguiente manera:


«Formar personas capaces de lograr su realización ética, intelectual, artística, cultural, afectiva, física, espiritual y religiosa, promoviendo la formación y consolidación de su identidad y autoestima y su integración adecuada y crítica a la sociedad para el ejercicio de su ciudadanía en armonía con su entorno [...].
[…] destinada a favorecer el desarrollo integral del estudiante, el despliegue de sus potencialidades y el desarrollo de capacidades, conocimientos, actitudes y valores fundamentales que la persona debe poseer para actuar adecuada y eficazmente en los diversos ámbitos de la sociedad.» (MINEDU, LGE N°. 28044 Art. 9° y 29°).
Por ello, sería contraproducente excluir el área de religión, ya que sin este no habría integralidad, pues se estaría reduciendo a la persona a un nivel puramente material; es decir, no se podría desarrollar adecuadamente el aspecto moral y antropológico que involucra las mencionadas potencialidades humanas y los valores fundamentales, los cuales corresponden a la dimensión espiritual. Una educación adecuada y significativa es la que humaniza a la persona en sus dos dimensiones (cuerpo y alma), la que introduce a la realidad total. En consecuencia, el área religiosa, según lo plantea el Diseño Curricular Nacional (MINEDU, 2009:142 y 204) y el libro Orientaciones para el trabajo pedagógico: área de educación religiosa (MINEDU 2010:3), está – y debe estar – destinado a ayudar a los alumnos como un guía en el descubrimiento de su humanidad, en el encuentro con su realidad suprema que es Dios; además, en el enriquecimiento de los valores humanos y la práctica de virtudes para la realización plena de su ser en la convivencia con su comunidad.

Por otro lado, resulta necesario, a estas alturas, resaltar la decadencia actual en la que ha recaído el área de educación religiosa, la cual, no obstante, se debe a factores externos. De acuerdo a una encuesta realizada en por el diario El Comercio en julio de 2011 sobre si se debería excluir o no el área de religión de la escuela, un 77% coincidió en que sí se debería retirar por diversos motivos, los cuales se pueden resumir en tres: es innecesario para vida y la sociedad; se puede usar ese tiempo para áreas de «mayor» importancia, y porque el contenido no es inclusivo de todas las confesiones y religiones, sino solo es una catequesis disfrazada por la Iglesia Católica. Pese al nivel de subjetividad e ignorancia que se puede observar en tales comentarios, estos no carecen de realidad. El primer motivo hace referencia, en realidad, no al área en sí – aunque las personas lo confunden – sino a aquellos que lo imparten y que no muestran en sus vidas la necesidad de lo religioso; el segundo motivo se debe a que la sociedad actual – y en esto tiene gran culpa el sistema educativo que hemos estado conservando – le ha restado la importancia que merece el aspecto religioso y ha educado con esta mentalidad a las nuevas generaciones, y el tercer motivo es el factor de mayor gravedad que requiere atención urgente, pues revela una gran falta de objetividad y compromiso democrático por parte de la Iglesia Católica, que es la actual responsable de diseñar el currículo de área. Por lo tanto, mediante este escrito, se propone que se realice una restructuración de dicho currículo con la finalidad de atender a la objetividad y la verdad de lo que hemos llamado religión y, por fin, sea posible un diálogo de la fe en medio de la interculturalidad existente en el aula. Además, también «corresponde al profesor de Educación Religiosa conocer estas situaciones y elaborar la propuesta más acorde a su realidad para ayudar a los estudiantes a vivir en la tolerancia y el respeto, así como a la búsqueda del enriquecimiento mutuo y corresponsable.» (MINEDU, 2010:7).

Por último, los efectos de una educación religiosa en una sociedad – en este caso la peruana – resultan notorios y significativos al contrastarlos con los efectos de una educación laica. El contraste que se pretende no hace referencia al nivel de violencia, corrupción, pobreza o estabilidad, sino a las causas principales de estos: al nivel de moralidad, libertad y responsabilidad que existe en los ciudadanos. Entonces, es necesario entender, en principio, cuál es el propósito del estado civil en el aspecto educativo. La sociedad se ha olvidado que es ella, en libre acuerdo de los individuos, la que ha creado el estado y que este está al servicio de cada ciudadano y que debe velar y procurar su bienestar total. Por ende, comprendiendo que el ser humano no es solo materia, sino que lo estructura también una dimensión espiritual, el sistema educativo que formule el estado debe estar abocado a desarrollar y perfeccionar al ciudadano de forma integral. Esto incluye, obviamente, el área de educación religiosa. Asimismo, el factor que siempre preocupa al ser humano, la libertad, no debe quedar reducido o subyugado; por el contrario, es desarrollado y perfeccionado. El ser humano es libre e individual por naturaleza, pero también es social; en efecto, existe una interdependencia que motiva a las personas a vivir en sociedad. Por esta razón, es que es necesario establecer normas y leyes que permitan una convivencia en paz y justicia. Sin estas leyes (i.e. la moralidad, expresión religiosa de lo que es correcto) no sería posible la vida en sociedad, pues nadie es igual a otro, cada uno tiene diferente modo de pensar (individualidad). Entonces, la libertad está estrechamente ligada a la responsabilidad; todo ciudadano debe responder por sus actos y asumir el castigo por atentar contra la libertad de otro. Pero sobre todo, deberá responder ante Aquel que le dio la existencia, el Creador de la libertad y de la moral, pues «la sociedad tiene un fundamento inmediato en la naturaleza humana – que es social además de individual – y su fundamento mediato en Dios – autor de la naturaleza» (Tejada et al, 2011:114).

Contrariamente, una educación laica, que irónicamente pretende darle libertad al ciudadano y fomentar su capacidad de juicio, crea una sociedad alienante. Según este tipo de educación «la personalidad es el resultado de una espontaneidad evolutiva, sin que sea necesaria ninguna regla, sin que haya algo de lo que depender verdaderamente» (Giussani, 2009:66). De ahí que promueve una educación que no incluya ningún tipo de temas religiosos o, en todo caso, presenta todas las concepciones religiosas para que el estudiante mismo escoja, lo cual es imposible. Sin un criterio, sin una afirmación de nuestra realidad, que es lo que pretende – y así debe ser – el área de educación religiosa, los estudiantes sucumbirán ante las fuerzas externas, lo que está en boga o lo que la sociedad le impone. La consecuencia es una alienación y superficialidad total. Todo esto repercute en la personalidad de los individuos: se convierten en materialistas, desinteresados por lo trascendente y solo preocupados por el presente, por lo que le beneficia físicamente (el nihilismo, véase Borghesi, 2007:43), puesto que viendo las ambigüedades de las distintas religiones se impacienta y decide no tener ninguna relación con lo religioso. Esto es un atisbo de los efectos de una educación laica.

En síntesis, hablar de religión no es algo efímero como piensa la sociedad actual, antes bien es de suma importancia para el ser humano y su proceso de desarrollo. Etimológicamente, aquella palabra enfatiza la relación estrecha que debe tener toda persona con su realidad total, lo cual incluye el reconocimiento de Dios como fin último. Por eso, el área de educación religiosa cumple un papel relevante en el desarrollo integral de cada ser humano; es por ello que la fundamentación del área consiste a ayudar a descubrir esa segunda dimensión espiritual y de sus exigencias o potencialidades. Asimismo, el rechazo actual se debe a factores que no nacen de la religión, sino a elementos externos que deben solucionarse, mas no pueden minimizar la necesidad e importancia de la educación religiosa. Por otro lado, los efectos de una educación con énfasis en lo religioso se demuestran en la sociedad que aún mantiene aquellos principios que permiten una convivencia adecuada, en contraste con aquella que se ha degenerado críticamente por pretender ser laica.

En conclusión, resulta necesario que todas las miradas, las cuales han estado perdidas por muchos años debido a las confusas ideologías inventadas por mentes racionalistas, deban dirigirse a uno mismo. En otras palabras, la autorreflexión ayudará a reconocer la propia naturaleza y se caerá en la cuenta de que se tiene una misión en común: la perfección integral, el encuentro con nuestro fin último. La religión es la expresión de exigencia de amor, de unión con nuestro origen, con nosotros mismo.


BIBLIOGRAFÍA
Aquino, S. T. (2011). Capítulo II: El fundamento metafísico de la ética. Introducción. En R. Tejada, G. SandovaL, & G. Huertas, Ética (pág. 14). Lima: Fondo Editorial de la Universidad Católica Sedes Sapientiae.
Borguesi, M. (2007). El sujeto ausente: Educación y escuela entre el nihilismo y la memoria. Lima: Fondo editorial de la Universidad Católica Sedes Sapientiae.
Dhavamony, M. (s.f.). Religión: Teología fundamental. capítulo “Definición”. Recuperado el 25 de octubre de 2011, de Mercaba: http://www.mercaba.org/DicT/TF_religion_01.htm
Giussani, L. (2009). Educar es un riesgo. Lima: Fondo editorial de la Universidad Católica Sedes Sapientiae.
Marx, C. (1968). Crítica de la Filosofía del Estado de Hegel. Mexico: Editorial Grijalbo S.A.
MINEDU. (2003). Ley General de Educación N°. 28044 Art. 29°. Lima.
MINEDU. (2010). Orientaciones para el trabajo pedagógico: Área de educación religiosa. Lima.
Poso, S. d., & Ariño, L. T. (2008). Diseño Curricular Nuevo para una nueva sociedad. “Programación y evaluación escolar” Teoría: Por qué cambiar y qué cambiar.

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