INTRODUCCIÓN
La
pregunta que me inspiró la redacción de este sermón fue “¿por
qué Dios escribió la Biblia?”; las respuestas que vinieron a mi
mente fueron aquellas que venían con un “necio, es obvio”. Es
verdad, la respuesta es simple: la Biblia fue escrita como guía del
ser humano para encontrarse con su creador; pero, esto que acabo de
mencionar, irónicamente, es tan difícil de comprender en la
sociedad actual como es difícil resolver un ejercicio de estadística
(al menos para alguien a quien no le gusta los números). Pero, ¿por
que dicha dificultad? Simplemente, porque el ser humano no valora el
significado de conocer.
Sin
embargo, esa des-valoración no es fruto solo de esta época, pues en
la historia del rico y Lázaro, (LBLA, Lc 16,19-31) Jesús implicó
esta situación en la gente de ese tiempo. Por ello, Él usando esa
historia les enseño que conocer era la clave para ser salvo. En
efecto, cuando el rico le pidió a Abraham que permitiera a Lázaro
vivir de nuevo para que vaya a decirle a sus parientes que la vida
después de la muerte es una realidad, aquel le dijo: “Ellos
tienen a Moisés y a los profetas; que los oigan” (v. 29). De esta
manera, es Dios mismo quien manifiesta la importancia de conocer, en
este caso, la Biblia en su totalidad; no es excusa decir: “es
necesario que alguien regrese de la muerte y nos lo diga para creer
en la vida eterna”, “no creo en Dios por que nadie le puede ver”,
“no es necesario creer y leer la Biblia para ser cristiano”,
entre otras más.
Es
por eso, que en este sermón se va a exponer tres fundamentos, de
los muchos que existen, para ayudarnos a comprender la importancia de
conocer, es decir, porque Dios nos insta a leer su palabra y conocer
la Verdad. A continuación, desarrollaremos cada unos de estos.
CONOCER
PARA AGRADAR A DIOS (Hb 11,1-6)
La
fe nace y se desarrolla por el oír, oír y leer la palabra de Dios
(Ro 10,17); la fe se funda en las convicciones, las cuales se fundan
a su vez en el conocimiento adquirido. Por tal motivo decidimos
seguir a Cristo como nuestro salvador, pues creímos que Él existe y
murió por nuestra redención; de otra manera no nos hubiera
interesado bautizarnos y reunirnos junto con la Iglesia. No obstante,
la fe que un día nació no será siempre la misma, pues no es
inamovible, es decir, recae sobre ella dos opciones: o desaparecer o
crecer como es la voluntad divina.
Lamentablemente
muchos han permitido que su fe se debilite hasta casi desaparecer.
Siempre cuando hablamos de “incrédulos” nos referimos a aquellos
que no creen en Dios o no han querido aceptar su palabra. Pero,
también nosotros, los que hemos aceptado que Cristo more en nuestras
vidas, podemos ser llamado “incrédulos” en el sentido de que ya
no poseemos fe que de antes porque, simplemente, la dejamos morir.
Pero, ¿cómo es eso posible si yo sigo asistiendo a las reuniones?
Si lo hacemos solo por costumbre y sin realmente sentir el deseo
enorme de hacerlo, entonces ya no es la fe la que nos mueve a
asistir. Todo esto es una realidad, le ocurrió a muchos hermanos que
se rindieron, que se descuidaron de sus convicciones y, por eso,
cayeron en la monotonía.
Como
cristianos es imposible no fortalecer nuestras convicciones
espirituales, nuestra fe cada vez debe ser mayor y no al contrario.
Dios nos exhorta en la carta a los hebreos a que creamos (Hb 11,6), a
que tengamos fe para poder ser motivos de su alegría. No podemos
vivir una relación estrecha con alguien en quien desconfiamos o no
estamos seguros de conocerlo. Para poder vivir una vida cristiana
necesitamos borrar toda duda, todo interrogante que tengamos acerca
de Dios y su doctrina; si algún tema o aspecto no lo tenemos claro o
no nos hemos convencido de la respuesta que nos han dado, entonces
debemos seguir indagando y leyendo para llegar a una convicción
verdadera. Conocer nos preparará para responder a toda aflicción,
problema, blasfemia con toda seguridad y Dios se agradará de
nosotros porque estamos cumpliendo su voluntad.
CONOCER
PARA SER LIBRES Y NO ESCLAVOS (Jn 8,32)
Es
la ley de la causa y efecto: “No conocer que la luz roja del
semáforo significa detenerse, causará una accidente inevitable”.
Decidir no conocer o rendirnos a la comprensión de todo lo
relacionado con Dios y su creación, lamentablemente, repercutirá en
consecuencias tanto cercanas como lejanas. No es que Dios nos esté
obligando a amarlo, realmente no es así, pues de lo contrario no nos
hubiese creado con libertad. Todos reconocemos que cualquier acción
genera una reacción, es decir, que todo lo que hacemos o decimos
afecta de alguna manera tanto a nosotros como a lo que nos rodea.
Decidir no estudiar para un examen, afectará la calificación que
logremos. Por tanto, y citando las palabras de Dios escritas en
Eclesiastés 11, 9: “Alégrate, joven, en tu mocedad, y tome placer
tu corazón en los días de tu juventud. Sigue los impulsos de tu
corazón y el gusto de tus ojos; mas sabe que por todas estas cosas,
Dios te traerá a juicio”. En otras palabras, no conocer el camino
(y, por ende, la forma de caminar en él) que lleva a la vida, a la
felicidad eterna, al encuentro con nuestro creador, significará que
no gozaremos de todo eso. Entonces, ¿qué será lo que nos depare si
no conocemos nuestra realidad y propósito? Ciertamente no será lo
anterior. “Mi pueblo es destruido por falta de conocimiento. Por
cuanto tú has rechazado el conocimiento, yo también te rechazaré
para que no seas mi sacerdote; como has olvidado la ley de tu Dios,
yo también me olvidaré de tus hijos.” (Oseas 4,6)
Conocer
nos hará libres, esa es la promesa de Jesús: “ conoceréis la
verdad, y la verdad os hará libres” (Jn 8,32). Ese es el motivo
fundamental por el cual es importante conocer; ser libres solo es
posible a través del conocimiento de la verdad. Esta última se
puede entender, entre otras formas, como el conocimiento de quiénes
somos, cuál es nuestra naturaleza, cuál es nuestro propósito en
este mundo y que será de nosotros después de la muerte. Decir que
no nos interesa conocer todo lo anterior sería como decir que no nos
interesa nosotros mismos. Por otro lado, el conocimiento requerido
para llegar a la verdad, no solo lo encontramos en la Biblia, que
constituye, sin embargo, una herramienta imprescindible para la
comprensión de la voluntad de Dios; sino también lo encontramos en
una mirada abierta a toda la realidad, es mediante la experiencia que
reconocemos que no somos solo materia, que no solo nacemos, crecemos
y morimos, que realmente no estamos experimentando una “libertad”
absoluta con nuestra manera de vivir. Con Dios seremos libres porque
por Él conoceremos la verdad, una nueva esperanza de trascendencia
sobre la muerte.
CONOCER
PARA DEFENDER LA VERDAD (Jud 3)
Mientras
Jesús seguía predicando sobre su nuevo pacto con la humanidad,
también profetizó la llegada de falsos maestro: “Muchos
tropezarán entonces y caerán , y se traicionarán unos a otros, y
unos a otros se odiarán. Y se levantarán muchos profetas falsos, y
a muchos engañarán. Y debido al aumento de la iniquidad, el amor de
muchos se enfriará.” (Mt 24,10-12). Está predicción comenzó a
cumplirse pocos años después en la primitiva iglesia con varios
pseudo-cristianos que predicaban falacias contra la doctrina de
Cristo. Por ello, Judas escribió una carta animando a los creyentes
a que sean defensores de la verdad: “Amados, por el gran empeño
que tenía en escribiros acerca de nuestra común salvación, he
sentido la necesidad de escribiros exhortándoos a contender
ardientemente por la fe que de una vez para siempre fue entregada a
los santos.” (Judas 3).
Esta
situación no ha terminado, de hecho continúa con más fuerza en la
actualidad. Vivimos en una sociedad que reniega de Dios y de su
Iglesia, una sociedad que no le interesa vivir bajo principios
cristianos, pues piensas que se estaría “privando” de muchas
libertades. Tan desviada de la verdad está dicha mentalidad que ya
se toma como “normal” la homosexualidad o el beber alcohol y
fumar; asimismo, muchas culturas califican como aceptable el
matrimonio homosexual, el aborto, la eutanasia o la fecundación in
vitro, entre otros más. Nosotros, los defensores de la verdad,
necesitamos estar preparados para afrontar estas posturas con
argumentos contundentes y razonables, necesitamos conocer la Verdad,
explicada en al Biblia y expresada en la creación (leyes naturales),
y usarla como nuestra herramienta para hacer prevalecer lo que
realmente es bueno. Como ya mencioné, esto requiere no solo conocer
el contenido de la Biblia, sino también estar informados de aquello
a lo que estamos refutando, lo cual requiere siempre leer todo tipo
de conocimientos.
Un
cristiano vive plenamente como tal cuando muestra mediante sus
acciones, la acciones que realizaría Cristo. Ser cristiano requiere,
entonces, lo que Pablo le recomendó a Timoteo en su primera carta:
“No permitas que nadie menosprecie tu juventud; antes, sé ejemplo
de los creyentes en palabra, conducta, amor, fe y pureza.” ( 1 Ti
4,12). Ser ejemplo en palabra, necesariamente supone que las que
salgan de nuestra boca sean aquellas que manifiesten verdades
edificantes. El hablar de un cristiano siempre será con propósito
salvador y defensor.
CONCLUSIÓN
Es
importante conocer la Verdad, escrita en la Biblia y expresada en al
Realidad, para vivir una vida plena como cristianos y, de esa manera,
agradar a Dios; para experimentar una libertad verdadera en la unión
con Dios y no ser esclavos de aquella mentalidad sin esperanzas de
vida eterna, y para estar preparados para defender dicha Verdad
contra todas las falacias que se están afirmando el día de hoy.
Necesitamos valorar todo conocimiento que podamos adquirir y usarlo
como herramienta para difusión del plan redentor de Jesús.
Empezar
con el dominio de la Biblia es una buena forma de iniciar una vida
llena de actitudes cristianas, llena de convicciones sobre la
realidad y llena de esperanza por una vida eterna. Recordemos siempre
las palabras del apóstol Juan: “ Y muchas otras señales hizo
también Jesús en presencia de sus discípulos, que no están
escritas en este libro; pero éstas se han escrito para que creáis
que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que al creer,
tengáis vida en su nombre. (Jn 20,30-31). Es momento de continuar
leyendo la palabra de Dios.
Referencia bibliográfica:
Todas las citas fueron tomadas de la Biblia de las Américas, versión 1997.
Referencia bibliográfica:
Todas las citas fueron tomadas de la Biblia de las Américas, versión 1997.