La creación de Adán

El ser humano se esfuerza bastante por acercarse a Dios; pero, sobre todo, es Dios el que hizo, hace y hará el mayor esfuerzo por acercarse a nosotros.

La caída del hombre

El mal es la ignorancia del bien, la ausencia del bien; esto es, la ausencia de Dios en la vida del hombre.

Dios hecho hombre: Jesús

El plan de redención de Dios es el propósito de la existencia de la Iglesia iniciada por aquellos doce que aceptaron el llamado.

El día del juicio final

El ser humano no ha sido creado solo para morir, sino que ha sido creado para vivir eternamente: feliz o infeliz.

Fe y razón

La fe no es verdadera sin razones que la fundameten y la razón no es completa sin la presencia de la fe.

11 de mayo de 2012

LA IMPORTANCIA DE CONOCER

INTRODUCCIÓN

La pregunta que me inspiró la redacción de este sermón fue “¿por qué Dios escribió la Biblia?”; las respuestas que vinieron a mi mente fueron aquellas que venían con un “necio, es obvio”. Es verdad, la respuesta es simple: la Biblia fue escrita como guía del ser humano para encontrarse con su creador; pero, esto que acabo de mencionar, irónicamente, es tan difícil de comprender en la sociedad actual como es difícil resolver un ejercicio de estadística (al menos para alguien a quien no le gusta los números). Pero, ¿por que dicha dificultad? Simplemente, porque el ser humano no valora el significado de conocer.

Sin embargo, esa des-valoración no es fruto solo de esta época, pues en la historia del rico y Lázaro, (LBLA, Lc 16,19-31) Jesús implicó esta situación en la gente de ese tiempo. Por ello, Él usando esa historia les enseño que conocer era la clave para ser salvo. En efecto, cuando el rico le pidió a Abraham que permitiera a Lázaro vivir de nuevo para que vaya a decirle a sus parientes que la vida después de la muerte es una realidad, aquel le dijo: “Ellos tienen a Moisés y a los profetas; que los oigan” (v. 29). De esta manera, es Dios mismo quien manifiesta la importancia de conocer, en este caso, la Biblia en su totalidad; no es excusa decir: “es necesario que alguien regrese de la muerte y nos lo diga para creer en la vida eterna”, “no creo en Dios por que nadie le puede ver”, “no es necesario creer y leer la Biblia para ser cristiano”, entre otras más.

Es por eso, que en este sermón se va a exponer tres fundamentos, de los muchos que existen, para ayudarnos a comprender la importancia de conocer, es decir, porque Dios nos insta a leer su palabra y conocer la Verdad. A continuación, desarrollaremos cada unos de estos.

CONOCER PARA AGRADAR A DIOS (Hb 11,1-6)

La fe nace y se desarrolla por el oír, oír y leer la palabra de Dios (Ro 10,17); la fe se funda en las convicciones, las cuales se fundan a su vez en el conocimiento adquirido. Por tal motivo decidimos seguir a Cristo como nuestro salvador, pues creímos que Él existe y murió por nuestra redención; de otra manera no nos hubiera interesado bautizarnos y reunirnos junto con la Iglesia. No obstante, la fe que un día nació no será siempre la misma, pues no es inamovible, es decir, recae sobre ella dos opciones: o desaparecer o crecer como es la voluntad divina.

Lamentablemente muchos han permitido que su fe se debilite hasta casi desaparecer. Siempre cuando hablamos de “incrédulos” nos referimos a aquellos que no creen en Dios o no han querido aceptar su palabra. Pero, también nosotros, los que hemos aceptado que Cristo more en nuestras vidas, podemos ser llamado “incrédulos” en el sentido de que ya no poseemos fe que de antes porque, simplemente, la dejamos morir. Pero, ¿cómo es eso posible si yo sigo asistiendo a las reuniones? Si lo hacemos solo por costumbre y sin realmente sentir el deseo enorme de hacerlo, entonces ya no es la fe la que nos mueve a asistir. Todo esto es una realidad, le ocurrió a muchos hermanos que se rindieron, que se descuidaron de sus convicciones y, por eso, cayeron en la monotonía.

Como cristianos es imposible no fortalecer nuestras convicciones espirituales, nuestra fe cada vez debe ser mayor y no al contrario. Dios nos exhorta en la carta a los hebreos a que creamos (Hb 11,6), a que tengamos fe para poder ser motivos de su alegría. No podemos vivir una relación estrecha con alguien en quien desconfiamos o no estamos seguros de conocerlo. Para poder vivir una vida cristiana necesitamos borrar toda duda, todo interrogante que tengamos acerca de Dios y su doctrina; si algún tema o aspecto no lo tenemos claro o no nos hemos convencido de la respuesta que nos han dado, entonces debemos seguir indagando y leyendo para llegar a una convicción verdadera. Conocer nos preparará para responder a toda aflicción, problema, blasfemia con toda seguridad y Dios se agradará de nosotros porque estamos cumpliendo su voluntad.

CONOCER PARA SER LIBRES Y NO ESCLAVOS (Jn 8,32)

Es la ley de la causa y efecto: “No conocer que la luz roja del semáforo significa detenerse, causará una accidente inevitable”. Decidir no conocer o rendirnos a la comprensión de todo lo relacionado con Dios y su creación, lamentablemente, repercutirá en consecuencias tanto cercanas como lejanas. No es que Dios nos esté obligando a amarlo, realmente no es así, pues de lo contrario no nos hubiese creado con libertad. Todos reconocemos que cualquier acción genera una reacción, es decir, que todo lo que hacemos o decimos afecta de alguna manera tanto a nosotros como a lo que nos rodea. Decidir no estudiar para un examen, afectará la calificación que logremos. Por tanto, y citando las palabras de Dios escritas en Eclesiastés 11, 9: “Alégrate, joven, en tu mocedad, y tome placer tu corazón en los días de tu juventud. Sigue los impulsos de tu corazón y el gusto de tus ojos; mas sabe que por todas estas cosas, Dios te traerá a juicio”. En otras palabras, no conocer el camino (y, por ende, la forma de caminar en él) que lleva a la vida, a la felicidad eterna, al encuentro con nuestro creador, significará que no gozaremos de todo eso. Entonces, ¿qué será lo que nos depare si no conocemos nuestra realidad y propósito? Ciertamente no será lo anterior. “Mi pueblo es destruido por falta de conocimiento. Por cuanto tú has rechazado el conocimiento, yo también te rechazaré para que no seas mi sacerdote; como has olvidado la ley de tu Dios, yo también me olvidaré de tus hijos.” (Oseas 4,6)

Conocer nos hará libres, esa es la promesa de Jesús: “ conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Jn 8,32). Ese es el motivo fundamental por el cual es importante conocer; ser libres solo es posible a través del conocimiento de la verdad. Esta última se puede entender, entre otras formas, como el conocimiento de quiénes somos, cuál es nuestra naturaleza, cuál es nuestro propósito en este mundo y que será de nosotros después de la muerte. Decir que no nos interesa conocer todo lo anterior sería como decir que no nos interesa nosotros mismos. Por otro lado, el conocimiento requerido para llegar a la verdad, no solo lo encontramos en la Biblia, que constituye, sin embargo, una herramienta imprescindible para la comprensión de la voluntad de Dios; sino también lo encontramos en una mirada abierta a toda la realidad, es mediante la experiencia que reconocemos que no somos solo materia, que no solo nacemos, crecemos y morimos, que realmente no estamos experimentando una “libertad” absoluta con nuestra manera de vivir. Con Dios seremos libres porque por Él conoceremos la verdad, una nueva esperanza de trascendencia sobre la muerte.

CONOCER PARA DEFENDER LA VERDAD (Jud 3)

Mientras Jesús seguía predicando sobre su nuevo pacto con la humanidad, también profetizó la llegada de falsos maestro: “Muchos tropezarán entonces y caerán , y se traicionarán unos a otros, y unos a otros se odiarán. Y se levantarán muchos profetas falsos, y a muchos engañarán. Y debido al aumento de la iniquidad, el amor de muchos se enfriará.” (Mt 24,10-12). Está predicción comenzó a cumplirse pocos años después en la primitiva iglesia con varios pseudo-cristianos que predicaban falacias contra la doctrina de Cristo. Por ello, Judas escribió una carta animando a los creyentes a que sean defensores de la verdad: “Amados, por el gran empeño que tenía en escribiros acerca de nuestra común salvación, he sentido la necesidad de escribiros exhortándoos a contender ardientemente por la fe que de una vez para siempre fue entregada a los santos.” (Judas 3).

Esta situación no ha terminado, de hecho continúa con más fuerza en la actualidad. Vivimos en una sociedad que reniega de Dios y de su Iglesia, una sociedad que no le interesa vivir bajo principios cristianos, pues piensas que se estaría “privando” de muchas libertades. Tan desviada de la verdad está dicha mentalidad que ya se toma como “normal” la homosexualidad o el beber alcohol y fumar; asimismo, muchas culturas califican como aceptable el matrimonio homosexual, el aborto, la eutanasia o la fecundación in vitro, entre otros más. Nosotros, los defensores de la verdad, necesitamos estar preparados para afrontar estas posturas con argumentos contundentes y razonables, necesitamos conocer la Verdad, explicada en al Biblia y expresada en la creación (leyes naturales), y usarla como nuestra herramienta para hacer prevalecer lo que realmente es bueno. Como ya mencioné, esto requiere no solo conocer el contenido de la Biblia, sino también estar informados de aquello a lo que estamos refutando, lo cual requiere siempre leer todo tipo de conocimientos.

Un cristiano vive plenamente como tal cuando muestra mediante sus acciones, la acciones que realizaría Cristo. Ser cristiano requiere, entonces, lo que Pablo le recomendó a Timoteo en su primera carta: “No permitas que nadie menosprecie tu juventud; antes, sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, fe y pureza.” ( 1 Ti 4,12). Ser ejemplo en palabra, necesariamente supone que las que salgan de nuestra boca sean aquellas que manifiesten verdades edificantes. El hablar de un cristiano siempre será con propósito salvador y defensor.

CONCLUSIÓN

Es importante conocer la Verdad, escrita en la Biblia y expresada en al Realidad, para vivir una vida plena como cristianos y, de esa manera, agradar a Dios; para experimentar una libertad verdadera en la unión con Dios y no ser esclavos de aquella mentalidad sin esperanzas de vida eterna, y para estar preparados para defender dicha Verdad contra todas las falacias que se están afirmando el día de hoy. Necesitamos valorar todo conocimiento que podamos adquirir y usarlo como herramienta para difusión del plan redentor de Jesús.

Empezar con el dominio de la Biblia es una buena forma de iniciar una vida llena de actitudes cristianas, llena de convicciones sobre la realidad y llena de esperanza por una vida eterna. Recordemos siempre las palabras del apóstol Juan: “ Y muchas otras señales hizo también Jesús en presencia de sus discípulos, que no están escritas en este libro; pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que al creer, tengáis vida en su nombre. (Jn 20,30-31). Es momento de continuar leyendo la palabra de Dios.

Referencia bibliográfica:
Todas las citas fueron tomadas de la Biblia de las Américas, versión 1997.

19 de enero de 2012

¿POR QUÉ CONSERVAR EL ÁREA DE EDUCACIÓN RELIGIOSA COMO PARTE DE LA EDUCACIÓN BÁSICA PERUANA? (parte 2)


En segundo lugar, y en consecuencia de lo precedente, el área de educación religiosa cumple un papel fundamental en el desarrollo integral del educando. La Ley General de Educación peruana define uno de los fines de la educación de la siguiente manera:


«Formar personas capaces de lograr su realización ética, intelectual, artística, cultural, afectiva, física, espiritual y religiosa, promoviendo la formación y consolidación de su identidad y autoestima y su integración adecuada y crítica a la sociedad para el ejercicio de su ciudadanía en armonía con su entorno [...].
[…] destinada a favorecer el desarrollo integral del estudiante, el despliegue de sus potencialidades y el desarrollo de capacidades, conocimientos, actitudes y valores fundamentales que la persona debe poseer para actuar adecuada y eficazmente en los diversos ámbitos de la sociedad.» (MINEDU, LGE N°. 28044 Art. 9° y 29°).
Por ello, sería contraproducente excluir el área de religión, ya que sin este no habría integralidad, pues se estaría reduciendo a la persona a un nivel puramente material; es decir, no se podría desarrollar adecuadamente el aspecto moral y antropológico que involucra las mencionadas potencialidades humanas y los valores fundamentales, los cuales corresponden a la dimensión espiritual. Una educación adecuada y significativa es la que humaniza a la persona en sus dos dimensiones (cuerpo y alma), la que introduce a la realidad total. En consecuencia, el área religiosa, según lo plantea el Diseño Curricular Nacional (MINEDU, 2009:142 y 204) y el libro Orientaciones para el trabajo pedagógico: área de educación religiosa (MINEDU 2010:3), está – y debe estar – destinado a ayudar a los alumnos como un guía en el descubrimiento de su humanidad, en el encuentro con su realidad suprema que es Dios; además, en el enriquecimiento de los valores humanos y la práctica de virtudes para la realización plena de su ser en la convivencia con su comunidad.

Por otro lado, resulta necesario, a estas alturas, resaltar la decadencia actual en la que ha recaído el área de educación religiosa, la cual, no obstante, se debe a factores externos. De acuerdo a una encuesta realizada en por el diario El Comercio en julio de 2011 sobre si se debería excluir o no el área de religión de la escuela, un 77% coincidió en que sí se debería retirar por diversos motivos, los cuales se pueden resumir en tres: es innecesario para vida y la sociedad; se puede usar ese tiempo para áreas de «mayor» importancia, y porque el contenido no es inclusivo de todas las confesiones y religiones, sino solo es una catequesis disfrazada por la Iglesia Católica. Pese al nivel de subjetividad e ignorancia que se puede observar en tales comentarios, estos no carecen de realidad. El primer motivo hace referencia, en realidad, no al área en sí – aunque las personas lo confunden – sino a aquellos que lo imparten y que no muestran en sus vidas la necesidad de lo religioso; el segundo motivo se debe a que la sociedad actual – y en esto tiene gran culpa el sistema educativo que hemos estado conservando – le ha restado la importancia que merece el aspecto religioso y ha educado con esta mentalidad a las nuevas generaciones, y el tercer motivo es el factor de mayor gravedad que requiere atención urgente, pues revela una gran falta de objetividad y compromiso democrático por parte de la Iglesia Católica, que es la actual responsable de diseñar el currículo de área. Por lo tanto, mediante este escrito, se propone que se realice una restructuración de dicho currículo con la finalidad de atender a la objetividad y la verdad de lo que hemos llamado religión y, por fin, sea posible un diálogo de la fe en medio de la interculturalidad existente en el aula. Además, también «corresponde al profesor de Educación Religiosa conocer estas situaciones y elaborar la propuesta más acorde a su realidad para ayudar a los estudiantes a vivir en la tolerancia y el respeto, así como a la búsqueda del enriquecimiento mutuo y corresponsable.» (MINEDU, 2010:7).

Por último, los efectos de una educación religiosa en una sociedad – en este caso la peruana – resultan notorios y significativos al contrastarlos con los efectos de una educación laica. El contraste que se pretende no hace referencia al nivel de violencia, corrupción, pobreza o estabilidad, sino a las causas principales de estos: al nivel de moralidad, libertad y responsabilidad que existe en los ciudadanos. Entonces, es necesario entender, en principio, cuál es el propósito del estado civil en el aspecto educativo. La sociedad se ha olvidado que es ella, en libre acuerdo de los individuos, la que ha creado el estado y que este está al servicio de cada ciudadano y que debe velar y procurar su bienestar total. Por ende, comprendiendo que el ser humano no es solo materia, sino que lo estructura también una dimensión espiritual, el sistema educativo que formule el estado debe estar abocado a desarrollar y perfeccionar al ciudadano de forma integral. Esto incluye, obviamente, el área de educación religiosa. Asimismo, el factor que siempre preocupa al ser humano, la libertad, no debe quedar reducido o subyugado; por el contrario, es desarrollado y perfeccionado. El ser humano es libre e individual por naturaleza, pero también es social; en efecto, existe una interdependencia que motiva a las personas a vivir en sociedad. Por esta razón, es que es necesario establecer normas y leyes que permitan una convivencia en paz y justicia. Sin estas leyes (i.e. la moralidad, expresión religiosa de lo que es correcto) no sería posible la vida en sociedad, pues nadie es igual a otro, cada uno tiene diferente modo de pensar (individualidad). Entonces, la libertad está estrechamente ligada a la responsabilidad; todo ciudadano debe responder por sus actos y asumir el castigo por atentar contra la libertad de otro. Pero sobre todo, deberá responder ante Aquel que le dio la existencia, el Creador de la libertad y de la moral, pues «la sociedad tiene un fundamento inmediato en la naturaleza humana – que es social además de individual – y su fundamento mediato en Dios – autor de la naturaleza» (Tejada et al, 2011:114).

Contrariamente, una educación laica, que irónicamente pretende darle libertad al ciudadano y fomentar su capacidad de juicio, crea una sociedad alienante. Según este tipo de educación «la personalidad es el resultado de una espontaneidad evolutiva, sin que sea necesaria ninguna regla, sin que haya algo de lo que depender verdaderamente» (Giussani, 2009:66). De ahí que promueve una educación que no incluya ningún tipo de temas religiosos o, en todo caso, presenta todas las concepciones religiosas para que el estudiante mismo escoja, lo cual es imposible. Sin un criterio, sin una afirmación de nuestra realidad, que es lo que pretende – y así debe ser – el área de educación religiosa, los estudiantes sucumbirán ante las fuerzas externas, lo que está en boga o lo que la sociedad le impone. La consecuencia es una alienación y superficialidad total. Todo esto repercute en la personalidad de los individuos: se convierten en materialistas, desinteresados por lo trascendente y solo preocupados por el presente, por lo que le beneficia físicamente (el nihilismo, véase Borghesi, 2007:43), puesto que viendo las ambigüedades de las distintas religiones se impacienta y decide no tener ninguna relación con lo religioso. Esto es un atisbo de los efectos de una educación laica.

En síntesis, hablar de religión no es algo efímero como piensa la sociedad actual, antes bien es de suma importancia para el ser humano y su proceso de desarrollo. Etimológicamente, aquella palabra enfatiza la relación estrecha que debe tener toda persona con su realidad total, lo cual incluye el reconocimiento de Dios como fin último. Por eso, el área de educación religiosa cumple un papel relevante en el desarrollo integral de cada ser humano; es por ello que la fundamentación del área consiste a ayudar a descubrir esa segunda dimensión espiritual y de sus exigencias o potencialidades. Asimismo, el rechazo actual se debe a factores que no nacen de la religión, sino a elementos externos que deben solucionarse, mas no pueden minimizar la necesidad e importancia de la educación religiosa. Por otro lado, los efectos de una educación con énfasis en lo religioso se demuestran en la sociedad que aún mantiene aquellos principios que permiten una convivencia adecuada, en contraste con aquella que se ha degenerado críticamente por pretender ser laica.

En conclusión, resulta necesario que todas las miradas, las cuales han estado perdidas por muchos años debido a las confusas ideologías inventadas por mentes racionalistas, deban dirigirse a uno mismo. En otras palabras, la autorreflexión ayudará a reconocer la propia naturaleza y se caerá en la cuenta de que se tiene una misión en común: la perfección integral, el encuentro con nuestro fin último. La religión es la expresión de exigencia de amor, de unión con nuestro origen, con nosotros mismo.


BIBLIOGRAFÍA
Aquino, S. T. (2011). Capítulo II: El fundamento metafísico de la ética. Introducción. En R. Tejada, G. SandovaL, & G. Huertas, Ética (pág. 14). Lima: Fondo Editorial de la Universidad Católica Sedes Sapientiae.
Borguesi, M. (2007). El sujeto ausente: Educación y escuela entre el nihilismo y la memoria. Lima: Fondo editorial de la Universidad Católica Sedes Sapientiae.
Dhavamony, M. (s.f.). Religión: Teología fundamental. capítulo “Definición”. Recuperado el 25 de octubre de 2011, de Mercaba: http://www.mercaba.org/DicT/TF_religion_01.htm
Giussani, L. (2009). Educar es un riesgo. Lima: Fondo editorial de la Universidad Católica Sedes Sapientiae.
Marx, C. (1968). Crítica de la Filosofía del Estado de Hegel. Mexico: Editorial Grijalbo S.A.
MINEDU. (2003). Ley General de Educación N°. 28044 Art. 29°. Lima.
MINEDU. (2010). Orientaciones para el trabajo pedagógico: Área de educación religiosa. Lima.
Poso, S. d., & Ariño, L. T. (2008). Diseño Curricular Nuevo para una nueva sociedad. “Programación y evaluación escolar” Teoría: Por qué cambiar y qué cambiar.

¿POR QUÉ CONSERVAR EL ÁREA DE EDUCACIÓN RELIGIOSA COMO PARTE DE LA EDUCACIÓN BÁSICA PERUANA? (parte 1)

En el Perú está creciendo una fuerte tendencia a publicar (o imitar) leyes y normas que contradicen la moral cristiana; Es así que en la actualidad se estáproponiendo legalizar el aborto o aprobar el matrimonio homosexual. No obstante, un caso particular y de igual o mayor relevancia es la fuerte intención de eliminar el área de educación religiosa del currículo nacional; este rechazo se ha incrementado aún más debido al debate político-social que generó la aprobación de la norma que modifica la Ley de Libertad Religiosa el 13 de julio de 2011, la cual trata sobre la exoneración del área de religión. Es por esto que para el autor es de sumo interés analizar sobre la importancia para el ser humano y, por ende, la sociedad del área en cuestión y sobre sus efectos en la comunidad peruana. Se cree, pues, necesario estudiar este tema para obrar conciencia del terrible perjuicio que provocará dicha eliminación y para renovar el interés que merece el aspecto religioso. En efecto, la postura que en este escrito se defiende es la completa oposición al deseo de retirar de la educación básica peruana un área tan relevante como la religiosa. Para esto, se ha estudiado las leyes peruanas involucradas como la Ley General de Educación, la Constitución política, entre otras; además, los documentos del ministerio de educación, en especial el DCN, y una serie de libros, cuyos autores tratan desde distinto enfoques el tema de la religión y su papel en la educación.



Entonces, para sostener la postura se desarrollarán tres argumentos. El primero muestra la importancia del aspecto religioso en los seres humanos como dimensión estructural; el segundo enfatiza, como efecto del anterior, la relevancia del área de educación religiosa en el desarrollo integral del estudiante, y el tercero demuestra cuáles son los efectos de ese tipo de educación en la sociedad en contraste con aquella que no la contiene. A continuación, se desarrollará cada uno de estos.

En primer lugar, hablar de religión no es hacer un tratado sobre el «opio del pueblo», como la llamara Carlos Marx, sino sobre la estructura y criterio de vida del ser humano. Aquel sociólogo alemán opinaba lo siguiente:
«El hombre hace la religión, la religión no hace al hombre […] El hombre es su propio mundo, Estado, sociedad […] que producen la religión, como conciencia tergiversada del mundo, porque ellos son un mundo al revés. La religión […] es la realización fantasiosa del ser humano, puesto que el ser humano carece de verdadera realidad. [… ] La lucha contra la religión es indirectamente una lucha contra ese mundo al que le da su aroma espiritual. La religión es […] el opio del pueblo» (MARX, trad. 1968:11).
Esta es también la opinión de la sociedad actual, post-modernista, que minimiza lo religioso considerándolo como una actividad ilusoria, no realista ni relevante a la vida diaria – se ha convertido en objetos que se usan como adorno o en una serie de feriados a los que, por tradición, hay que considerar –; solo es importante vivir el presente sin principios morales universales, vale lo que es útil. Lo anterior es consecuencia de la «evolución» histórica de una serie de ideologías, como la marxista, que han degenerado la definición original y el objetivo de la palabra religión. Hoy en día existen muchos enfoques o perspectivas para definir ese término; no obstante, el camino eficaz para conocer su verdadero significado es por medio de su etimología, la raíz de su origen. Según Cicerón, religión viene del latín religio que se deriva de re-ligere, el cual significa «estar atento, considerar y observar, mantenerse unidos»; es decir, el estar consciente de un Poder más alto, y según el apologista Lactancio derivaba de re-ligare, que significa «atar, mantener junto» (Dhavamony, s.f.:1). Entonces, uniendo ambos, religión es una relación unida, duradera y real con lo divino: el hombre está conectado con Dios por el lazo de la religiosidad. Esta última no es expresión de la materia, el cuerpo, sino de la otra dimensión estructural humana: el alma, lo que nos diferencia de los demás seres vivos. Es lo que somos, lo que nos constituye humanos y Sin él solo seríamos animales u objetos inertes; en consecuencia, sería imposible comprender conceptos como amor, felicidad, belleza, moral, justicia, vida o muerte, no discerniríamos entre lo bueno y lo malo.
A todo esto, puede saltar una pregunta: ¿no es la razón la que guía al ser humano en su conducta diaria? La respuesta es sí, por exigencia del alma, cuyo objetivo se dirige hacia la obtención y comprensión de la felicidad total, Dios, a través de lo bueno correspondiente a su naturaleza, sin perjudicar a los demás; esto es, una conducta correcta constante. Santo Tomás de Aquino dijo: «El bien es la primera realidad advertida por la razón práctica, por la razón que plantea y dirige la conducta» (Tejada et al, 2011:14). Por ello, la razón es la herramienta fundamental que usa el ser humano para conseguir lo que su sentido religioso, la expresión del alma, le exige por naturaleza: la relación con el origen y sostén de su vida, su Creador. En otras palabras, la realización plena del hombre a lo largo de su vida, obtenible solo por una comprensión de su origen, de su naturaleza y del Bien al que tiende, es de lo que trata la religión. No debe confundirse este concepto con doctrinas, dogmas o grupos de creyentes; al menos no es lo que en esencia significa.

¿Es el maestro un filósofo? En: RIESGO DE EDUCAR.

RESEÑA CRÍTICA

BUENDÍA, Cesar. Año 5. Numero 9, 2010, pp. 13-26.

Para toda persona que por vocación trabaja o estudia educación, le resultará importante, con relación a su desarrollo como docente, lo escrito por el padre Cesar Buendía en este artículo. En efecto, la forma en cómo presenta el trabajo y el perfil de un verdadero maestro llama la atención desde el principio y más cuando se adentra uno en la lectura. Y es que el autor, de nacionalidad española, es también docente: fue profesor del Seminario Menor, el colegio Claret, entre otras instituciones educativas y actualmente enseña en la Universidad Católica Sedes Sapientiae; es Doctor en Teología y Licenciado en Filosofía y Letras, Pedagogía.

El artículo, de trece páginas, fue publicado por el Fondo Editorial de la Universidad Católica Sedes Sapientiae en la revista mencionada arriba, de la Facultad de Educación. Consta de tres partes: la primera trata sobre maestro como filósofo; la segunda son apuntes sobre asuntos relacionados a lo anterior, que complementan o refuerzan el artículo, y la tercera es la conclusión que enmarca todos conceptos presentados en el desarrollo en una propuesta final. Una presentación de imágenes y notas al pie de página completan el texto.

¿Es el maestro un filósofo? ¡Sí! Tanto el filósofo como el maestro tienen el mismo objetivo: buscar la verdad, amarla y darla generosamente a otros. Buendía relaciona de manera muy sistemática el papel que desempeña el maestro en la sociedad con el ideal de la filosofía y también el de la Iglesia. En base a ese concepto va a presentar todas las características del perfil de un verdadero educador: El maestro tiene deseo de verdad, ama la verdad y el bien, es digno de máxima confianza, da el sentido de la vida, es un don para la sociedad, su misión es sagrada porque es la obra de Dios, merece honra, corrige en valores, es el que ama. Cada una de estas características son expuestas por el sacerdote de manera correlativa para declarar con toda firmeza, aunque ya lo venía haciendo en el transcurso, que el maestro es un filósofo, uno que no simplemente explica la verdad, sino que la presenta para que la realidad cambie. Los dos apuntes que siguen son análogos a la hipótesis del autor: en el primero relaciona los criterios de la teología pastoral con los del educador demostrando, con ello, que el papel del maestro es el mismo que el de la iglesia: la enseñanza de la verdad, es decir, Dios mismo; en el segundo, reflexiona sobre los diversos modelos educativos que se han llevado a cabo, pero que no han logrado el objetivo en su totalidad.

Dos son los aspectos más significativos de este artículo. En primer lugar, es beneficioso la forma en cómo Buendía ha expresado sus conceptos, ya que son fáciles de entender; es decir, el usa un lenguaje sencillo que favorece al lector el entendimiento del tema, que no es superfluo, sino profundo; efectivamente, uno llega a comprender que el maestro es un filósofo no en la teoría, sino en la práctica permanente de su objetivo y que, por ello, la educación tiene un valor muy grande. En segundo lugar, el método de «ir paso a paso», esto es, explicar poco a poco el porqué de la respuesta a la pregunta del tema facilita la aceptación puesto que mediante la lógica, el análisis y la experiencia se cae en la cuenta de que es verdad todo lo expuesto.

El artículo que se comentó aquí es una significativa contribución a la comprensión de la importancia vital del maestro y en general de la educación, en la cual no debe faltar Dios, ya que no sería una educación verdadera, no se buscaría la verdad. Es crucial que se dé a conocer este tipo de reflexiones, pues tratan de lo que atañe a todos, de nuestro desarrollo como personas. Además, ayuda al que se está preparando para ser docente, y al que ya está ejerciendo, a tomar conciencia de la responsabilidad que está tomando en sus manos y que, por tanto, debe tomarla con mucha seriedad y pasión.

Referencias:
Pintura de Jan Steen "El maestro de escuela".